lunes, 30 de marzo de 2009

Hola, buenas...!


1 comentario:

  1. PANDÉMICA Y CELESTE



    Quan magnus numerus Libyssae arenae

    ..................................................................

    aut quam sidera multa, cum tacet nox,

    furtiuos hominum uident amores.



    CATULO, VII



    Imagínate ahora que tú y yo

    muy tarde ya en la noche

    hablemos de hombre a hombre, finalmente.

    Imagínatelo,

    en una de esas noches memorables

    de rara comunión, con la botella

    medio vacía, los ceniceros sucios,

    y después de agotado el tema de la vida.

    Que te voy a enseñar un corazón,

    un corazón infiel,

    Desnudo de cintura para abajo,

    Hipócrita lector - mon semblable - mon frère!



    Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo

    quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos

    a ser posible jóvenes:

    Yo persigo también el dulce amor,

    el tierno amor para dormir al lado

    y que alegre mi cama al despertarse,

    cercano como un pájaro.

    ¡Si yo no puedo desnudarme nunca,

    si jamás he podido entrar en unos brazos

    sin sentir -aunque sea nada más que un momento-

    igual deslumbramiento que a los veinte años!.



    Para saber de amor, para aprenderle,

    haber estado solo es necesario.

    Y es necesario en cuatrocientas noches

    - con cuatrocientos cuerpos diferentes -

    haber hecho el amor. Que sus misterios,

    como dijo el poeta, son del alma,

    pero un cuerpo es el libro en que se leen.



    Y por eso me alegro de haberme revolcado

    sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,

    Mientras buscaba ese tendón del hombro.

    Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...

    Aquella carretera de montaña

    y los bien empleados abrazos furtivos

    y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,

    pegados a la tapia, cegados por las luces.

    O aquel atardecer cerca del río

    desnudos y riéndonos, de hiedra coronados.

    O aquel portal en Roma en vía del Babuino.

    y recuerdos de caras y ciudades

    apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,

    de escaleras sin luz, de camarotes,

    de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,

    y de infinitas casas de baños,

    de fosos de un castillo.

    Recuerdos de vosotras, sobre todo,

    o noches en hoteles de una noche,

    definitivas noches en pensiones sórdidas,

    en cuartos recién fríos,

    noches que devolvéis a vuestros huéspedes

    un olvidado sabor a sí mismos!

    La historia en cuerpo y alma, como una

    imagen rota,

    de la langueur goutée a ce mal d'être deux.

    Sin despreciar

    - alegres como fiesta entre semana -

    las experiencias de promiscuidad.



    Aunque sepa que nada me valdrían

    trabajos de amor disperso

    si no existiese el verdadero amor.

    Mi amor,

    Íntegra imagen de mi vida,

    sol de las noches mismas que le robo,

    su juventud, la mía,

    - música de mi fondo -

    sonríe aún en la imprecisa gracia

    de cada cuerpo joven,

    en cada encuentro anónimo,

    iluminándolo. Dándole un alma.

    Y no hay muslos hermosos

    que no me hagan pensar en sus hermosos muslos

    cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.



    Ni pasión de una noche de dormida

    que pueda compararla

    con la pasión que da el conocimiento,

    los años de experiencia

    de nuestro amor.

    Porque en amor también

    es importante el tiempo,

    y dulce, de algún modo,

    verificar con mano melancólica

    su perceptible paso por un cuerpo

    - mientras que basta un gesto familiar

    en los labios,

    o la ligera palpitación de un miembro,

    para hacerme sentir la maravilla

    de aquella gracia antigua, fugaz como un reflejo.



    Sobre su piel borrosa,

    Cuando pasen más años y al final estemos,

    quiero aplastar los labios invocando

    la imagen de su cuerpo

    y de todos los cuerpos que una vez amé

    aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.



    Para pedir la fuerza de poder vivir

    sin belleza, sin fuerza y sin deseo,

    mientras seguimos juntos

    hasta morir en paz. Los dos,

    como dicen que mueren los que han amado mucho.





    Jaime Gil de Biedma

    ResponderEliminar